viernes, 6 de diciembre de 2013

De paso por Johannesburgo. R.I.P Nelson Mandela.

Mis amores:

Acabo de llegar de Johannesburgo ya que tomé mi avión privado rumbo a Sudáfrica en cuanto me enteré de la muerte de Nelson Mandela.  Llevé a Zenaida conmigo a quien mandé dopada en guacal con dimensiones para albergar a una morsa, creo que fue dejado con el resto del equipaje, no sé la verdad.


Era la primera vez que Zenaida se montaba en un avión, ya que no acostumbro a viajar con servidumbre, bueno, sólo el piloto y eso que suelo a contratar a John Travolta para que al menos sea una celebridad la que haga de chófer, pero de un tiempo para acá la cabina empezó a oler a herpes y llegué a la conclusión de que lo mejor era no volverlo a llamar.


En fin, que Zenaida no sabía que los aviones volaban, al principio pensó que era una limusina a la que yo le había puesto alas para que los carros de la gente clase-media no se acercara a menos de 6 metros de mi vehículo. Una

vez nos empezamos a elevar, la muy pendeja se asustó y pensó que nos habíamos caído a un abismo, así que comenzó a gritar, pero con una cachetada (¿o fueron siete?) le dije que se calmara que estábamos volando, que se sentara o sino la pondría a las escaleras de la mansión (que por cierto son muchas) con su cepillo de dientes y que me llevara un Martini que estaba empezando a colocarme sobria y cuando eso sucede me vuelvo irritable y no podría soportar el sepelio de un negro. 

Estábamos en el aire y Zenaida ya me había vuelto a embriagar con 5 Martinis, de repente ésta se me acercó con sigilo y me dijo al oído: 


- “¿Patroncita?” -


No se imaginan el brinco que metí, es que me acuerdo y me erizo. Sentí su aliento a ajo en la nuca y los pelos del bigote me chuzaban la oreja, fue desagradable. Me dijo que ya lo entendía todo, que el mundo se había acabado, que su Dios ya le había advertido a la humanidad con Sodoma y Gomorra, pero que no lo obedecieron y siguieron teniendo coito “homosezual”, clonando especies extintas y experimentando con células madres; les puedo jurar que esa pendeja no sabía ni lo que decía sino que lo tuvo que ver en EWTN, porque de cuando acá Zenaida usando tantos términos que no involucran una “ñ” o una “ch”. Le ordené que se callara y se dejara de pendejadas, que su Dios estaba muy ocupado jugando a “Los Sims” con los niños de Somalia y que no tenía tiempo para ver cómo le sacan células a un feto o como invertían millones de dólares y horas de esfuerzo tratando de clonar a una oveja, que es, tal vez, la especie más inútil del reino animal, cuando él con ctrl+c y ctrl+v creó a toda la China.


Una vez Zenaida se recompuso, volví a la paz, me coloqué mis rodajas de pepino en los ojos mientras escuchaba un audio libro acerca de la teoría de Darwin de que las rolas habían evolucionado de las manta rayas, pero de repente mi paz se vio interrumpida nuevamente, esta vez fue algo un poco más abrupto; y es que Zenaida había abierto la escotilla y dijo que estábamos sobrevolando El Dorado en el lomo de Quetzacoatl y comenzó a tirar mis joyas de oro al océano mientras le daba gracias al sol por las bendiciones ¡Maldita imbécil! Ahí habían joyas que costaban más que toda Sudamérica, luego iba a tirar a su hija como una ofrenda de sangre, pero el equipo de seguridad la detuvo, yo sí estuve de acuerdo con que lo hiciera, pero lamentablemente no tengo jurisdicción sobre menores de edad (excepto por los niños filipinos que tengo trabajando en mis talleres de billeteras de Hello Kitti ‘guiño, guiño’).


Pasados tan críticos momentos, fue que tomamos la decisión de dopar a Zenaida, quien llegó vomitada a Johannesburgo. Una vez en Sudáfrica me coloqué un Versace que había comprado días atrás (porque no nos hagamos las santas, todas sabíamos que Nelson estaba más allá que acá) y partí para darle mi pésame a Gracia, quien por supuesto estaba destruida por la partida de su esposo. A Zenaida la dejé amarrada en el parqueadero del hotel, claro que con alimento y agua suficientes mientras yo regresaba.


En honor a mi difunto amigo canté “Pie Jesu” parte del “Requiem Mass” de Andrew Lloyd Weber. No sé por qué me tomo la molestia de explicarles esto a ustedes, bastos ramplones que se culturizan con canciones de reggaetón y monólogos de Andrés López.


A los presentes nos dieron sufragio fúnebre el cual indicaba que las exequias serían llevadas a cabo el domingo 15 de Diciembre.

Tiempo después nos brindaron café sin azúcar y una cena MUY moderada, en su mayoría conformada por lentejas y vegetales. Estaba más fea que chuparle los dedos a un mecánico, qué asco, definitivamente el día del funeral me llevaré un sándwich de faisán en la cartera para no tener que comer lo que comen todos estos africanos.

Hizo un calor impresionante y sé que soy de las que dicen que si se queja del clima, es pobre, pero hay que decir que no es igual el sofocante sol de los indios en el campo, que el de nosotras en la playa. Eso lo dijo mi amiga Rómula O’Farrill, que por supuesto estuvo presente ese día, la vi despampanante en un vestido hecho de la piel del último rinoceronte negro que quedaba en pie.


Muchas preguntarán por qué era amiga de la familia Mandela si son negros, pues sencillo, porque son socialité. Madiba fue presidente de Sudáfrica, fue galardonado con un premio Nóbel (sí, de paz, una pendejada, pero es un Nóbel, ustedes no tienen siquiera un TV y Novelas) entre otros méritos, al igual que Gracia que fue primera dama y demás.


No suelo ser una mujer de buenos actos, caritativa, ni bien intencionada y la verdad, no me interesa, me ha ido bien así durante mis 82 años de vida, edad que no me avergüenza ya que me veo mejor que todas ustedes que no pasan los 30 y se ven como enfermas terminales. Pero tengo que admitir que Nelson Mandela fue un hombre que luchó por defender sus ideales, peleó por mantener en pie aquello en lo que creía y no se dejó derrumbar por infelices que se creen con autoridad para mandar a callar sólo porque están siendo respaldados por masas grises sin criterio que gritan a los cuatro vientos lo que un mal dirigente les dice que griten.


Déjense de pendejadas respecto a la muerte de Mandela, más de una vino a saber de su existencia por su última aparición en público en el 2010 en la Fifa World Cup que se llevó a cabo en Sudáfrica y que no fue precisamente porque les guste el futbol, sino porque cantaba Shakira. Luego lo volvieron a recordar recientemente cuando los medios mantuvieron un cubrimiento amarillista de los últimos días de este hombre y ustedes, como loros, sólo repetían lo que veían en la televisión para tener un tema de qué hablar que no fuera las cirugías de Cher o los vestuarios de Lady GaGa.

Madiba, como le decíamos muchos, fue un ejemplo a seguir para muchos, para algunos por su trabajo, para otros por su valentía y coraje y para otros por su personalidad, pero no debería ser mencionado ni recordado por balurdos que se toman ‘selfies’ de las nalgas en el espejo y que quieren ostentar lo que no tuvieron en su vida fotografiando el volante de un vulgar Audi que es considerado por la clase verbenal un buen auto sólo porque su precio en el tercer mundo sobrepasa las expectativas del ciudadano promedio que vive con un poco más que el salario mínimo pero que tiene el descaro de no sentirse asalariado.  Si hay algo que me enerva es aquellos que aparentan ser lo que no son y que a costillas de triunfos ajenos o robados, se pavonean como si tuvieran algún logro que no fuera producto de la baja autoestima que los impulsa a buscar más, no por auto-satisfacción, sino por la inmensa necesidad de demostrar que no se está jodido, cuando al llegar a la casa,  en todos sus almuerzos, el arroz ocupa un 70% del plato ya que es lo que más llena.

Siendo esto todo, me despido mis amores preciosos.
Para las que preguntan por Zenaida, está bien, o al menos eso creo. Por seguridad la llevaré al veterinario a ver qué le recetan.


Besos de chocolate y perlas.




Finita Ludwig de McPherson.

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